
Había una vez un paciente que tenía cáncer terminal al hígado, a éste le dieron como es de costumbre no más de 6 meses de vida, inclusive le pusieron un tubo conectado a un pequeño aparato que se encargaba de hacer la función del órgano humano. Le recomendaron que por ningún momento este tubo debiera estar desconectado del aparato. Si esto sucediera, el paciente podría morir instantáneamente.
Un día alguien le recomendó hacer decretos de la llama violeta, acompañado de visualizaciones. Nada tenía que perder haciéndolo, todo estaba perdido para él, en lugar de estarse amentando, empezó a decretar y meditar constantemente visualizando su hígado completamente destrozado por el cáncer, el mismo que él sabía que estaba de un color marrón oscuro por la enfermedad. Diariamente con mucha fe y cariño, sacaba un pedacito imaginariamente de su hígado enfermo, empezaba acariciándolo con mucho amor, hablaba con él y le hacía recordar que estaba en perfectas condiciones, al mismo tiempo decretaba la llama violeta con bastante fervor, vibrante y lleno de emoción, era como si le diera vida a esa diminuta parte de su hígado, lo acariciaba, limpiaba hasta hacerle cambiar de color con sus manos.
Un color brillante de un pedacito de órgano saludable, luego imaginariamente devolvía este pedacito a su lugar en el órgano de su cuerpo, así sucesivamente sacaba otro pedacito con sus manos del órgano deteriorado, hacía lo mismo, decretaba fervorosamente, acariciaba y le daba ánimo a ese pedacito de órgano enfermo, limpiaba al extremo de que este después brillaba lleno de salud. Después de estar todo saludable lo devolvía a su lugar correspondiente en el órgano del cuerpo.
Religiosamente, lo hacía diariamente varias veces al día, este ritual era infaltable en la rutina diaria; pasaron más de 6 meses y continuaba haciéndolo, hasta que un día sucedió un accidente, el tubo se salió del aparato, lo que causó gran alarma, inmediatamente llamaron a la ambulancia y lo llevaron de emergencia al hospital donde lo esperaba un equipo de médicos, enfermeras y anestesiólogos, listos para hacer todo lo posible y salvarle la vida. Primeramente, una de las enfermeras fue y sacó una radiografía, para su sorpresa ésta no mostraba un hígado enfermo, más bien muy saludable. No lo quiso creer, nuevamente fue y sacó otra radiografía, el resultado fue el mismo, un hígado sano, por tercera vez fue y sacó otra radiografía, para esto el doctor a cargo de esta emergencia, impaciente preguntó por los resultados de la radiografía, para su asombro él vio un órgano muy saludable, no el enfermo y descolorido propio de dicha enfermedad.
Todavía incrédulo, él personalmente fue y sacó una radiografía, pues él creía que alguien le estaba haciendo bromas, sin ninguna duda el mismo pudo comprobar que los resultados fueron satisfactorios, el paciente explicó al doctor lo que estuvo haciendo después de haber sido desahuciado, ahora este doctor recomienda a sus pacientes, la misma técnica de este paciente y con bastante llama violeta.