La verdadera meta en la vida es convertirnos en la conciencia del Cristo interno, lograr dominar y tener autoridad sobre todas las condiciones exteriores. La ley de la precipitación debe funcionar cuando se hace con fe y seguridad. No tenemos éxito en ésta cuando no hay armonía en los sentimientos, pensamientos y acciones, cuando nos sentimos solos y abandonados, cuando nos sentimos insignificantes, inseguros, dudosos, temerosos y para eliminarlos solo necesitamos fe. Esta fe se consigue con amor hacia uno, a los demás y especialmente hacia nuestro Creador. El amor es la llave maestra para poder crear, precipitar y atraer todo lo bueno que Dios nos tiene reservado. Debemos aprender a dar amor diariamente, el amor es una actividad que necesita ser ejercitada constantemente, entre más lo hagamos, tenemos más poder para dar.
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