Dios ha tenido que poner una porción de sí mismo en nosotros, para vivir dentro de nosotros y así tener una diminuta puerta que sea la encargada de transitar de lo humano a lo divino. Esta abertura está en nuestro corazón, donde el espíritu santo de Dios vive como la llama trina o la chispita de la vida. Solo podemos encontrar a Dios a través de Dios, del Dios que vive latente dentro de cada uno de sus hijos e hijas. No lo podemos encontrar por medios físicos, porque son limitados, además nuestras emociones nos traicionan, especialmente porque el ego encubierto como intelecto, logra su objetivo desviándonos aún mucho más.